
Detrás de una buena imagen no hay solo intuición, sino también intención, voluntad y suerte. De la fortuna se dice que consiste en no dejar nada al azar y luego ver qué pasa. En 1945, mientras escalaba el monte Suribachi en la isla de Iwo Jima, bajo un insoportable bochorno tropical, un joven fotógrafo llamado Joe Rosenthal suspiraba por volver a la base. Su deseo era captar a un grupo de marines desplegando la bandera norteamericana sobre el monte más alto de la isla recién conquistada, pero un colega que descendía le informó que ya era demasiado tarde. La insignia con las bandas y las estrellas ondeaba en la cima.
Rosenthal culminó su trayecto y confirmó que, en efecto, una pequeña bandera de menos de dos metros coronaba el monte. Inmediatamente se apercibió que la situación poseía un alto potencial icónico, pero había llegado tarde. A pesar del calor que reinaba se sentó a esperar lo imposible. Necesitaba presencia humana en la cima del monte Suribachi y por suerte, en fotoperiodismo, en ocasiones la fortuna se alía con los tercos.

Obedeciendo órdenes de un oficial descontento con el tamaño de la bandera una segunda patrulla llegó con una más grande y la apuntalaron delante de un Joe Rosenthal atónito mientras fotografiaba la escena idealizada. La serendipia, un suceso afortunado e inesperado, había materializando el milagro en sus narices. Tomó quizás la imagen más difundida en este siglo (algunos atribuyen este record difícilmente cuantificable a la foto del Che Guevara de Alberto Korda) y obtuvo una memorable recompensa por agregar a sus sueños una dosis nada despreciable de voluntad y un pellizco de buena suerte. En una conversación privada que tuve con Joe Rosenthal juró y perjuró que la fotografía no fue un montaje.
¿Es fácil reconocer una situación que posea un potencial contenido gráfico? El ojo entrenado aprende a distinguir lo singular, si bien la experiencia confirma que, en fotoperiodismo, pocas veces es posible el control total de la imagen. “Existe demasiada tendencia a creer que es el sujeto el que hace la foto –afirmaba Edouard Boubat– cuando, lo esencial, es lo que permanece invisible”. Se dan infinitas circunstancias en el acto fotográfico que no se perciben durante la toma y que elevan una fotografía a la gloria o la condenan a la mediocridad. “El fotógrafo no trabaja en el presente, sino en el futuro anterior –consideraba Jean François Chevrier– Descubrirá más tarde qué es lo que ha visto, una vez revelada la imagen. Descubrirá incluso lo que le era invisible”. Este es uno de los grandes retos de la fotografía, difícil de aplicar cuando se carece de experiencia.
Deja una respuesta